miércoles, 18 de febrero de 2009

Prácticas de escritura

La escritura como práctica es lo primero que queremos transmitir en nuestros talleres: agarrar la pluma (o el lápiz, o el bolígrafo, o el teclado del ordenador), marcarse un tiempo limitado y empezar a escribir, partiendo de un tema concreto (la lluvia, la piel, mi primer recuerdo, el bolso de mi abuela) o empezando simplemente por lo que vemos a nuestro alrededor mientras escribimos. En las prácticas de escritura es importante no parar, no preocuparse por la puntuación ni por la gramática, no volver atrás para tachar una frase que nos parece absurda.

Al principio del taller siempre hay que hacer un ejercicio de desmonte. Desmonte de expectativas, de creencias, de objetivos incluso. Como se rastrilla un jardín de malas hierbas antes de empezar a plantar las semillas, hay que quitar de la cabeza de los aspirantes a escritores la idea de que se escribe para publicar y de que hay ciertos temas sobre los que “deberían” y otros sobre los que “no deberían” escribir. El participante del taller llega pensando que hasta ahora sólo ha escrito tonterías, y que en este Taller de Literatura que suena tan bien se le enseñará a escribir “de verdad” y podrá, por fin, enseñarlo a la familia y a los amigos y, quizá, publicarlo y conseguir dinero y fama.

Publicar y escribir son dos cosas distintas. Escribir para publicar reduce nuestra escritura al pequeño espacio de los temas y las formas que pensamos que puedan interesarle al público. Nos dejamos un espacio muy pequeñito para experimentar, y si a esto le sumamos la tremenda presión de que cada palabra sobre el papel tiene que ser brillante y digna, nos encontraremos con que nos hemos sentado a escribir y no avanzamos una palabra. Escribimos una y la tachamos. Escribimos otra y la volvemos a tachar. Nos atrevemos con un párrafo y pensamos “qué tontería”, y rompemos en dos la hoja. Nos levantamos a hacer cualquier otra cosa (ordenar los armarios, preparar la cena) con tal de no enfrentarnos otra vez a la exigencia de escribir la Novela Más Grande Jamás Creada.

Si dejamos de pensar en publicar, nuestro cerco se abre un poco. Qué más da lo que le interese al editor, a los críticos o al público. Publicar es un hecho abstracto y lejano. Escribir y encontrar el placer de hacerlo está justo aquí, al alcance de nuestra mano. Si eliminamos los “deberías” y nos damos permiso para llenar páginas y páginas de basura, el cerco todavía se abre más. Qué digo: ya no hay cerco en absoluto, sólo un gran campo verde y enorme donde corretear.

Cuando era pequeña, jugábamos a “los diez mandamientos, uno de esos juegos de tirar la pelota a la pared de formas distintas (sin bote, con bote, con una mano, dando palmas). Cada cierto tiempo se nos permitía hacer una “prueba válida”. Esto quería decir que podíamos intentarlo, y si salía bien, contaba, pero si salía mal podíamos volver a empezar como si no hubiera pasado nada. Cuando estábamos en “prueba válida”, normalmente tirábamos la pelota con mucha más habilidad, más relajados; total, no pasaba nada si fallábamos. Creo que podríamos aplicar el mismo concepto escribiendo: estamos en “prueba”, así que no pasa nada si nos equivocamos, pero al mismo tiempo sabemos que de ahí pueden salir textos maravillosos que son indiscutiblemente “válidos”.

Así que practiquemos escribiendo, como se practica en cualquier deporte, cualquier disciplina, cualquier instrumento musical. “Pero escribir por escribir no sirve para nada, ¿no?”, preguntaba un participante el otro día. Depende de lo que entiendas por “servir”. Un violinista pasa miles de horas tocando solo. Las notas de sus ensayos se pierden en el vacío como si nunca hubieran existido. Sin embargo, le sería imposible tocar en público sin esas miles de horas de notas inútiles. ¿Qué nos diferencia a nosotros los escritores de los músicos? ¿Por qué somos tan chulos que no necesitamos ensayos? Quizá porque el lenguaje es una herramienta tan común que parece que no hace falta entrenarlo. Con el tiempo, y a medida que nuestros textos evolucionen en la práctica de la escritura, nos daremos cuenta de lo necesarias que son nuestras propias horas de palabras perdidas.

Lo mejor de practicar escribiendo, sin embargo, no es una potencial mejora espectacular de nuestro estilo. Si pensamos esto, entraremos de nuevo en el campo de las expectativas, de los deberías, del “escribir para”. La práctica de la escritura refleja el movimiento de la mente, e igual que unos días nos levantamos más espesos que otros, habrá momentos en los que nos parezca que estamos retrocediendo y que nuestra escritura no avanza en absoluto. Lo mejor de la práctica de la escritura es que nos proporciona una libertad total, y a través de ella podemos ir conquistando una confianza en nuestra propia voz que nos permitirá avanzar sin bloqueos.

Al fin y al cabo, el bloqueo no es más que el miedo a que lo que vamos a escribir no sea lo suficientemente bueno. Escribamos algo malo, entonces.

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